Los árboles, generadores de vida y de vínculos que no entienden de fronteras, el mejor regalo terrenal.
Crear vínculos que perduren en el tiempo es un anhelo del ser humano. Si, además, se puede cuidar al planeta y apoyar a comunidades locales con dicha relación, ¿Qué más se puede pedir? La respuesta está en los árboles, un regalo terrenal.
Dan sombra en un día caluroso, el fruto que brota de la tierra llena el estómago y el alma, el aire hincha los pulmones, las raíces ancladas a la tierra crecen buscando el cielo. Los árboles son la vida misma, seres vivos que nos mantienen en contacto con nuestro entorno, pero que también pueden romper las distancias.
Regalar un árbol es regalar un vínculo entre personas separadas físicamente que incluso pueden vivir en distintos continentes. Plantar uno es un acto de lucha frente a las consecuencias del cambio climático, creando un planeta mucho más verde y apoyando a las comunidades locales.
Un árbol que crece lleno de vida y que es un aliado para el planeta, protegiendo el suelo y la biodiversidad, y para la sociedad y la economía locales, ya que los frutos serán del agricultor que lo cuide y podrá usarlos como alimento o para aumentar sus ingresos.